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Archive for agosto 2010


 Por: Luz Betty Jiménez de Borrero, Presidenta de Veeduría
            Pablo A. Borrero V., Veedor

1.- El proyecto de Reforma presentado por el gobierno a los partidos políticos y magistrados de las altas cortes, tiene como propósito central la consolidación de un marco institucional en torno al principio de la “confianza inversionista”, que inspira la política de la “prosperidad democrática” del Presidente Santos, mediante la cual se garantiza la continuidad de los privilegios del gran capital financiero, las transnacionales y los grupos económicos que concentran la propiedad accionaria e inmobiliaria en el país.

2.- So pretexto de fortalecer la rama judicial y garantizar a los ciudadanos el acceso a una pronta y cumplida justicia, se propone la reestructuración del aparato judicial, a través del cual se crea la posibilidad de participación de sectores sociales (económicos, gremiales) conjuntamente con los representantes de las altas cortes, magistrados y jueces, encargados de administrar la rama con criterios gerenciales y de administración similares a los que se utilizan por parte de la junta directiva del Banco de la República.

 3.- Igualmente se propone elevar a canon constitucional el “precedente jurisprudencial” con carácter obligatorio para toda la jurisdicción y la administración pública, con lo cual las altas cortes dirán la última palabra en materia de interpretación y aplicación de la constitución y la ley, limitándose con ello la autonomía e independencia relativas de los operadores judiciales en sus decisiones y lo que es más grave equiparando la Constitución y la ley al precedente judicial, que podrá modificarse al vaivén de los acontecimientos, la voluntad e intereses de los altos tribunales de justicia sometidos a la influencia de grupos de presión económicos y políticos de la sociedad. Por este camino se desnaturalizará la esencia, principios y fines del Estado Social de Derecho al prevalecer el criterio de dichos funcionarios por encima de la Constitución y la ley.

4.- La propuesta de elección de los magistrados de las cortes de listas elaborados por el Consejo Nacional de la Judicatura, del cual formarían parte sus presidentes, constituye un retroceso en la escogencia de dichos servidores públicos que tiende a generar una especie de aristocracia judicial contraria a la necesidad de que en el futuro inmediato se abra la posibilidad de que la elección de jueces y magistrados tenga un carácter democrático, incluso con participación directa de los ciudadanos en algunos casos a fin de que opere en la rama judicial la DEMOCRACIA PARTICIPATIVA.

5.- La propuesta de regular la tutela a nivel constitucional para evitar el “choque de trenes” y el supuesto abuso de la misma, está dirigida a restringir aún más su ejercicio constitucional en contra de los sectores más débiles y vulnerables de la sociedad, en tanto que el verdadero propósito del gobierno es evitar en lo posible que se incremente el gasto social en relación con la materialización de los derechos fundamentales de los ciudadanos que reclaman el cumplimiento a través de la tutela de los fines esenciales del Estado Social de Derecho, en materia económica, social, cultural, ambiental, etc.

6.- La propuesta de la colegiatura obligatoria para ejercer la profesión de abogado a través de un colegio nacional de abogados con funciones disciplinarias dejando en manos de la ley su composición y funcionamiento, no es más que una forma sutil y refinada de controlar el ejercicio de la profesión, sujetándola a las directrices y orientaciones de la nueva política judicial, que demanda de un tipo de abogado, dispuesto a conciliar los intereses de sus poderdantes referentes a sus derechos fundamentales, en medio de un sistema limitado en cuanto a garantías procesales, en el marco de la política de estabilidad y seguridad jurídicas.

La Veeduría que representamos exige al Presidente de la República y al Ministro del interior y la Justicia el cumplimiento del principio constitucional de la participación democrática en las deliberaciones y debates de Reforma a la Justicia, cuya discusión se ha concentrado y centralizado en las Altas Cortes y los Partidos Políticos, con menoscabo de los derechos de los usuarios de la Justicia y ciudadanos en general que aspiran a que la Justicia cumpla con los fines del Estado Social de Derecho bajo los principios del respeto a los Derechos Humanos y la Democracia Participativa en forma eficaz y eficiente para el servicio de todos los Colombianos.

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 NUESTRA EXTRAÑA ÉPOCA.

 

Borges decía que la democracia, tal como hoy la entendemos, es “ese curioso abuso de la estadística”

 La estadística, que sin duda es un instrumento valioso para entender ciertos fenómenos, se ha vuelto en nuestra época la piedra filosofal. Antes todo querían convertirlo en oro, ahora todo lo convierten en cifras. Todos los días nos llevan y nos traen con cifras que nos producen la ilusión de que todo es medible, de que todo es contable, y a veces perdemos la visión de la complejidad de los hechos gracias a la ilusión de que entendemos el mundo sólo porque conocemos sus porcentajes.

Cifras llenas de importancia que, por lo demás, cambian de día en día. Los gobernantes suben y bajan en popularidad como en una montaña rusa al empuje de los acontecimientos, y están aprendiendo que a punta de escándalos, de riesgos y alarmas, es posible mantener el interés y hasta la aprobación de la comunidad.

Nadie parece preguntarse si detrás de esas cifras hay hechos profundos y datos verdaderos, si detrás de esas alarmas cotidianas hay cambios reales, si detrás de esos éxitos atronadores hay verdaderas transformaciones históricas.

Roma creyó que era posible gobernar con pan y circo. El mundo contemporáneo le está demostrando que en esa fórmula sobraba el pan. Vivimos en la edad del espectáculo, en la edad de la satisfacción inmediata, ya quieren que nadie se pregunte de dónde viene ni para dónde va sino sólo cuál es el próximo movimiento, cuál es el último acontecimiento. Las modas han reemplazado a las costumbres, las noticias a las tradiciones, los fanatismos a las religiones, la farándula a la política.

Paul Valery decía que llamamos civilización a un proceso cultural por el cual la humanidad tiende a ponerse de acuerdo sobre valores cada vez más abstractos. Y es verdad que allí donde las sociedades primitivas luchan por la tierra, por el oro, por la acumulación personal, las sociedades organizadas luchan por la libertad, por la justicia, por la igualdad de oportunidades, por la dignidad, por la legalidad.

En una sociedad primitiva, si la ley es un estorbo para alcanzar un fruto concreto, se viola la ley con arrogancia y con descaro. Ello permite logros inmediatos pero vulnera ampliamente el pacto social, deja a algunos protagonistas más fuertes pero a la comunidad inevitablemente más débil.

Hay una conspiración en el mundo contra la lucidez, contra la lentitud, contra las serenas maduraciones, contra los ritmos naturales, contra el esfuerzo, contra la responsabilidad. La inteligencia, por ejemplo, es estorbosa a la hora de lograr la unanimidad: es mucho mejor la disciplina y la sumisión.

Las cosas profundas maduran lentamente, pero ahora se quiere que todo sea útil enseguida, no viajar sino llegar, no aprender sino saber, no estudiar sino graduarse, y terminamos creyendo que vale más el resultado que el proceso. Si las semillas tardan en retoñar, piensan que hay que intervenir los procesos para que las semillas revienten antes, para que la planta brote más pronto, para que la tierra extreme su trabajo y las cosechas se multipliquen.

La tradición nos enseñó que todo logro requería un esfuerzo, esta sociedad nos soborna con la ilusión de metas sin caminos, de felicidades sin méritos, de placeres sin contradicciones, de paraísos sin serpiente. Quieren hacernos creer que es posible vivir en un mundo donde nuestros actos no tengan implicaciones morales ni consecuencias prácticas, una felicidad sin esfuerzo y sin responsabilidad, un orden de la realidad puramente lúdico donde nada tiene graves consecuencias.

La gran seducción de las pantallas de nuestro tiempo nace tal vez de que en ellas todo pasa y nada permanece, de que allí todo lo vemos y nada parece comprometer nuestra responsabilidad. La función seguiría aunque no estemos allí para verla, no estamos personalmente implicados en ella. Los noticieros traen datos alarmantes, crímenes, guerras, accidentes, pero enseguida nos dan el postre frívolo que facilite la digestión: aunque acaben de morir cien mil personas por un sismo en la China el juego en el estadio sigue invariable, por la pasarela fluye el desfile sin interferencia… nada ha pasado. Y es que en la pantalla todo equivale a todo, no hay escala de valores, orden de prioridades, un bombardeo es igual a un chisme de farándula, un acto de gobierno es casi lo mismo que la voltereta de un funámbulo.

Como en los dibujos animados, como en los juegos electrónicos, como en los cuentos de hadas, nadie muere realmente, nadie se equivoca, nadie fracasa. La realidad virtual es la única, mientras todo ocurra en la pantalla nada es verdaderamente conmovedor, ni aterrador, ni fatal.

Basta pulsar el control remoto y un juego de tenis reemplaza los campos de muerte, un conejo animado sustituye los crímenes, una Venus de Yves Saint Laurent borra los rehenes que languidecían en sus selvas. Por eso no es extraño que la pantalla guste más que la vida: en la vida hay problemas reales, dificultades que exigen decisiones, dramas sociales que reclaman criterio, espíritu crítico, esfuerzo y responsabilidad.

¿Podrá llegar a alguna parte una sociedad que cada vez más busca sólo el pacto lúdico del placer inmediato, el terror virtual de las inmolaciones sin consecuencias, la adrenalina de las catástrofes interrumpidas por la pausa publicitaria? No es de extrañar que el único criterio que sobreviva sea la tenue capacidad de decidir entre marcas, entre fanatismos, entre colores, entre ornamentos.

No es de extrañar que escojamos a los gobernantes por la fotografía, las profesiones por su virtual éxito económico, las amistades por la ropa que usan, las ideas por cuán fácil sea obedecerlas y aplaudirlas. Y que no le queden a una juventud desorientada, enfrentada de repente a los dramas verdaderos de la vida verdadera, más opciones que la desesperación, la impaciencia, la neurosis, las evasiones narcóticas, el consumo compulsivo, el aullido y la nada.

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Publicamos el ensayo autobiográfico que inicia el libro La victoria Estratégica, escrito por el Comandante en Jefe Fidel Castro y que presentó el pasado lunes en presencia de varios de sus compañeros guerrilleros.  

Fidel y el comandante Juan Almeida Bosque.

 Dudé sobre el nombre que le pondría a esta narración, no sabía si llamarla «La última ofensiva de Batista» o «¿Cómo 300 derrotaron a 10 000?», que parece un cuento de Las mil y una noches. Me veo obligado, por ello, a incluir una pequeña autobiografía de la primera etapa de mi vida, sin la cual no se comprendería su sentido. No deseaba esperar que se publicaran un día las respuestas a incontables preguntas que me hicieran sobre la niñez, la adolescencia y la juventud, etapas que me convirtieron en revolucionario y combatiente armado. 

Nací el 13 de agosto de 1926. El asalto al cuartel Moncada de Santiago de Cuba, el 26 de julio de 1953,  produjo tres años después que me gradué en la Universidad de La Habana. Fue nuestro primer enfrentamiento militar con el Ejército de Cuba, al servicio de la tiranía del general Fulgencio Batista. 

La institución armada en Cuba, creada por los Estados Unidos después de su intervención en la isla durante la segunda Guerra de Independencia, iniciada por José Martí en 1895, era un instrumento de las empresas norteamericanas, y la alta burguesía cubana. 

La gran crisis económica desatada en los Estados Unidos, durante los primeros años de la década de 1930, implicó altos niveles de sacrificio para nuestro país, al que los acuerdos comerciales impuestos por aquella potencia hicieron totalmente dependiente de los productos de su industria y de su agricultura desarrolladas. La capacidad adquisitiva del azúcar se había reducido casi a cero. No éramos independientes ni teníamos derecho al desarrollo. Difícilmente podían darse peores condiciones en un país de América Latina. 

A medida que el poder del imperio crecía hasta convertirse en la más poderosa potencia mundial, hacer una Revolución en Cuba se tornaba una tarea bien difícil. Unos pocos hombres fuimos capaces de soñarla, pero nadie podría atribuirse méritos individuales en una proeza que fue mezcla de ideas, hechos y sacrificios de muchas personas, a lo largo de muchos años, en muchas partes del mundo. 

 
Celia, Fidel y Haydée, sentados en un secadero de café, abril de 1958. 

Con esos ingredientes se pudo conquistar la independencia plena de Cuba, y una revolución social que ha resistido con honor más de 50 años de agresiones y el bloqueo de los Estados Unidos. 

En mi caso concreto, sin duda por puro azar, a esta altura de la vida puedo ofrecer testimonio de hechos que, si tiene algún valor para las nuevas generaciones, se debe al esfuerzo de investigadores rigurosos y serios, cuyo trabajo durante decenas de años, reunió datos que me ayudaron a reconstruir gran parte del contenido de este libro, al que decidí poner el título La Victoria Estratégica. 

Las circunstancias que me llevaron a tales acciones bélicas las guardo imborrablemente en mi mente. No deja de ser satisfactorio para mí recordarlas, porque de otra forma no me explicaría por qué llegué a las convicciones que al fin y al cabo determinaron el curso de mi existencia. 

No nací político, aunque desde muy niño observé hechos que, grabados en mi mente, me ayudaron a comprender las realidades del mundo. 

En mi Birán natal, solo había dos instalaciones que no pertenecían a mi familia: el telégrafo y la escuelita pública. Allí me sentaban en la primera fila porque no había, ni podía haber, algo parecido a un círculo infantil. Forzosamente aprendí a leer y a escribir. En el año 1933, cuando no había cumplido todavía siete años, la maestra, que no recibía siquiera el sueldo que le debía el gobierno, pretextando la hipotética inteligencia del niño, me llevó para Santiago de Cuba, donde residía su familia, en una vivienda pobre y casi sin muebles, que se filtraba por todas partes cuando llovía. En aquella ciudad, no me enviaron siquiera a una escuela pública como la de Birán. 

 
     

En un alto de la guerra, el Comandante Fidel Castro recibe a niñas campesinas que fueron a saludarlo. 

Después de muchos meses sin recibir clases, ni hacer algo como no fuera escuchar en un viejo piano la práctica de solfeo de la hermana de la maestra, profesora de música sin empleo; aprendí a sumar, restar, multiplicar y dividir, gracias a las tablas impresas en el forro rojo de una libreta que me entregaron para practicar la caligrafía, y que nadie dictó ni revisó nunca. 

En la vieja casa donde inicialmente me albergaron, de una cantina que llevaban una vez al día, nos alimentábamos siete personas, entre ellas, la hermana y el padre de la maestra. Conocí el hambre creyendo que era apetito, con la punta de uno de los dientes del pequeño tenedor pescaba el último granito de arroz, y con hilo de coser arreglaba mis propios zapatos. 

Al frente de la modesta casa de madera donde vivíamos, un Instituto de Bachillerato permanecía ocupado por el Ejército; vi soldados golpeando con las culatas de sus fusiles a otras personas. Podría escribir un libro con aquellos recuerdos. Fue la institución infantil a donde me condujo aquella humilde maestra, en una sociedad en la que el dinero reinaba de forma absoluta. 

Mi familia había sido engañada, y yo ni siquiera podía percatarme de aquella situación; el engaño me hizo perder tiempo, pero me enseñó mucho sobre los factores que la determinaron. Después de varios episodios, cumplidos los ocho años, fui matriculado en enero de 1935 en el primer grado de una escuela de los Hermanos La Salle, muy próxima a la primera catedral que los conquistadores españoles habían erigido en Cuba. Otro rico y nuevo aprendizaje comenzaba. 

Ingresé en aquella escuela como alumno externo, residía en una nueva vivienda, muy próximo a la mencionada anteriormente, a donde se mudó la profesora de música, hermana de la maestra de Birán. Llegamos a ser tres hermanos los que vivíamos con aquella familia: Angelita, Ramón y yo, por cada uno de los cuales se pagaba una pensión. El padre de ellas había muerto el año anterior. Ya no existía hambre física, aunque seguí todavía un tiempo obligado a repasar hasta el cansancio las conocidas reglas aritméticas. Aún así, yo estaba harto de aquella casa y me rebelé de manera consciente por primera vez en mi vida; rehusé comer algunos vegetales desabridos que a veces me imponían y rompí todas las normas de educación formal, sagradas en aquella casa de familia de exquisita cultura francesa, adquirida en la propia Santiago de Cuba. En la familia se había insertado el cónsul de Haití, por la vía del matrimonio. Pero tan insoportable se volvió mi rebelión que me enviaron de cabeza como interno a la escuela. Me habían amenazado con eso más de una vez para imponerme disciplina; no sabían que era precisamente lo que yo quería. Lo que para otros niños era duro, para mí significaba la libertad. ¡Si nunca me llevaron ni siquiera a un cine! Disfrutaría de las delicias de un alumno interno. Fue el primer premio que recibí en mi vida. Estaba feliz. 

 
Fidel conversa mientras lo pelan, en una improvisada barbería en El Naranjo, Sierra Maestra. 

Mis problemas desde entonces serían otros. Había llegado a Santiago con dos años de adelanto, y entré a la escuela de los Hermanos La Salle con unos de retraso. Cursé fácilmente el primero y segundo grados. Aquel centro era una maravilla. Como norma íbamos a Birán tres veces al año: Navidad, Semana Santa y vacaciones de verano, donde Ramón y yo éramos totalmente libres. 

Del tercer grado en la escuela La Salle pasé al quinto como premio por mis notas, así recuperé el tiempo perdido. Durante el primer trimestre todo iba bien: buenas notas y excelentes relaciones con los nuevos compañeros de clases. Recibía el boletín blanco que se daba cada semana a los alumnos por conducta correcta, con los problemas normales de cualquier discípulo. Sucedió entonces un percance con uno de los miembros de la congregación, inspector de los alumnos internos. 

La escuela disponía de un amplio terreno al otro lado de la bahía de Santiago, llamado Renté. Era un lugar de retiro y descanso de la congregación. Allí llevaban a los alumnos internos los jueves y domingos, días en que no se realizaba actividad escolar. Había un buen campo deportivo. Además, hacía deportes, nadaba, pescaba, exploraba. No lejos de la entrada de la bahía se observaban los rastros de la Batalla Naval de Santiago, en forma de grandes proyectiles que adornaban la entrada de las edificaciones. Un domingo después del regreso, tuve un pleito intrascendente con otro de los alumnos internos cuando viajábamos en la lancha El Cateto, de Renté al muelle de Santiago. Apenas llegamos a la escuela terminamos de zanjarlo; debido a ello, aquel autoritario hermano de la orden religiosa me golpeó en la cara con las manos abiertas y con toda la fuerza de sus brazos. Era una persona joven y fuerte. Quedé aturdido, con los golpes zumbándome en los oídos. Antes, me había llamado aparte, ya casi de noche. No me dejó siquiera explicar. En el largo corredor por donde me llevó nadie nos veía. Transcurridas dos o tres semanas, intentó de nuevo humillarme con un pequeño coscorrón en la cabeza por hablar en filas. En esa segunda ocasión yo iba entre los primeros al salir del desayuno porque los discípulos tratábamos siempre de ocupar un primer lugar en las filas, para jugar con pelotas de goma, un rato antes de las clases. Un pan con mantequilla que llevaba en la mano, otra costumbre de los alumnos cuando salíamos del comedor después de ingerir precipitadamente los primeros alimentos del día, se lo lancé al rostro al inspector, y luego lo embestí con manos y pies de tal forma, delante de los alumnos internos y externos, que su autoridad y sus métodos abusivos quedaron muy desprestigiados. Fue un hecho que se recordó en esa escuela durante bastante tiempo. 

Yo tenía entonces 11 años, y me acuerdo bien de sus nombres. No deseo, sin embargo, repetirlos. De él no supe nada, desde hace más de 70 años. No le guardo rencor. Del alumno que motivó el incidente, conocí muchos años después del triunfo revolucionario, que mantuvo una conducta intachable y seria. 

Sin embargo, el hecho tuvo consecuencias para mí. El incidente había ocurrido semanas antes de la Navidad, en que tendríamos dos semanas y media de vacaciones. Él seguía como inspector, y yo como alumno; ambos nos ignorábamos totalmente. Por elemental dignidad mi conducta fue intachable. Al venir nuestros padres a buscarnos, evidentemente citados por ellos, les ocultaron la verdad, acusaron a mis dos hermanos y a mí de pésimo comportamiento. «Sus tres hijos, son los tres bandidos más grandes que pasaron por esta escuela», le dijeron a mi padre. Lo supe por lo que contó entristecido a otros agricultores amigos que a fines de año lo visitaban. Raúl tenía apenas seis años, Ramón siempre se caracterizó por su bondad, y yo no era un bandido.

Trabajo me costó que me enviaran de nuevo a Santiago para estudiar; Ramón y Raúl, que nada tenían que ver con el problema, permanecieron el resto de ese curso en Birán. Me matricularon en enero de 1938 como alumno externo en el Colegio Dolores, regido por la Orden de los Jesuitas, mucho más exigente y rigurosa en materia de estudios, pero más de clase alta y rica que su rival de los Hermanos La Salle.

En esta ocasión me tocó residir en la casa de un comerciante español amigo de mi padre; allí, desde luego, no pasé ningún tipo de penuria material, pero en aquella casa, donde residí hasta finalizar el quinto grado, era un extraño.

Al inicio del verano, Angelita, la hermana mayor, llegó también a esa casa con el propósito de preparar su ingreso en el bachillerato. Para darle clases se contrató a una profesora negra, quien se guiaba por un enorme libro donde estaba el contenido de la materia a impartir para el examen de ingreso. Yo asistía a sus clases. Era la mejor profesora y, quizás, una de las mejores personas que conocí en mi vida. Se le ocurrió la idea de que estudiara a la vez el material de ingreso y el primer año del bachillerato, con el fin de examinarme tan pronto alcanzara la edad pertinente para el ingreso en el bachillerato, un año después. Despertó en mí un enorme interés por el estudio. Habría sido la única razón por la que estaba dispuesto a soportar la casa del comerciante español en ese período vacacional, tras finalizar el quinto grado como externo en Dolores.

Enfermé a fines de ese verano, y estuve ingresado alrededor de tres meses en el hospital de la Colonia Española de Santiago de Cuba. No hubo vacaciones de verano ese año. En aquel hospital mutualista, por dos pesos mensuales, equivalentes a dos dólares, una persona tenía derecho a los servicios médicos. Muy pocos, sin embargo, podían cubrir ese gasto. Me habían operado del apéndice, y a los 10 días la herida externa se infestó. Hubo que olvidarse de los planes de estudio concebidos por la profesora. A fines de ese mismo año, 1938, los tres hermanos nos volvimos a reunir, como alumnos internos en el Colegio Dolores.

En el sexto grado, con varias semanas de clases perdidas, debí esforzarme para ponerme al día. Una etapa nueva se iniciaba. Profundizaba los conocimientos en Geografía, Astronomía, Aritmética, Historia, Gramática e Inglés.

Se me ocurrió escribirle una carta al presidente de los Estados Unidos, Franklin Delano Roosevelt, que con su silla de ruedas, su tono de voz y su rostro amable despertaba mis simpatías. Gran expectación, una mañana las autoridades en la escuela anunciaron el gran suceso: «Fidel se cartea con el presidente de los Estados Unidos».

Roosevelt había respondido mi carta. Eso creíamos. Lo que llegó fue realmente una comunicación de la embajada informando que la habían recibido, dando las gracias. ¡Qué gran hombre, ya teníamos un amigo: el presidente de los Estados Unidos! A pesar de todo lo que aprendí después, y tal vez por ello, pienso que Franklin Delano Roosevelt, quien luchó contra la adversidad personal y adoptó una posición correcta frente al fascismo, no era capaz de ordenar el asesinato de un adversario, y por lo que se conoce de él, es muy probable que no hubiese lanzado las bombas atómicas contra dos ciudades indefensas de Japón ni desatado la Guerra Fría, dos hechos absolutamente innecesarios y torpes.

En aquel colegio de la rancia burguesía en la provincia mayor y más oriental de Cuba, había más rigor académico y disciplina que en La Salle. Eran jesuitas, casi en su totalidad de origen español, ungidos como sacerdotes en una etapa avanzada de su formación, en la que debían ejercer como miembros de la Orden en alguna tarea o responsabilidad. El prefecto de la escuela era el Padre García, un hombre recto, pero amable y accesible que compartía con los alumnos.

Mis vacaciones, mientras transité desde el primer grado de primaria hasta el último de bachillerato, fueron siempre en Birán, zona de llanos, mesetas y alturas de hasta casi 1 000 metros, bosques naturales, pinares, corrientes y pozas de agua; allí conocí de cerca la naturaleza, y fui libre de los controles que me imponían en las escuelas, las casas de las familias donde me alojé en Santiago o en la mía de Birán; aunque siempre defendido por mi madre y con la tutela tolerante de mi padre, a medida que era ya estudiante con más de seis grados, y por ello disfrutaba de creciente prestigio en la familia.

Pero este no es el lugar para hablar del tema, solo el mínimo indispensable para comprender el asunto que abordo en este libro.

Del Colegio Dolores, yo mismo tomé la decisión de trasladarme al Colegio Belén, en la capital de Cuba. Allí, a la inversa de lo que ocurrió en el Colegio La Salle de Santiago de Cuba, el responsable más directo de los alumnos internos —más de 100—, el Padre Llorente, no era una persona autoritaria, y lejos de ser un enemigo se convirtió en un amigo. Español de nacimiento, como casi todos los jesuitas de aquel colegio, estaba en la etapa previa a la investidura como sacerdote. Un hermano suyo, mayor que él, ejercía el sacerdocio entre los esquimales de Alaska, y bajo el título de En el país de los eternos hielos, escribía narraciones sobre la vida, las costumbres y las actividades de aquel pueblo indoamericano en una naturaleza virgen, que a los alumnos nos llenaba de asombro.

Llorente había sido sanitario en la Guerra Civil Española; él contaba la dramática historia de los prisioneros fusilados al concluir aquella contienda. Su tarea, junto a otros que hacían la misma función, era certificar que estaban muertos antes de proceder a darles sepultura. El Padre Llorente no hablaba de política, ni recuerdo haberlo escuchado nunca opinar sobre el tema. Era un jesuita orgulloso de su orden religiosa. Estimulaba las actividades que ponían a prueba el espíritu de sacrificio y el carácter de sus alumnos. Ambos estuvimos planificando una cacería de cocodrilos en la Ciénaga de Zapata, donde había miles de ellos; y en 1945, durante las últimas vacaciones de verano, organizamos un plan para escalar el Turquino. La goleta que debía llevarnos por mar, desde Santiago de Cuba hasta Ocujal, no pudo arrancar en toda la noche y no había otro camino. Hubo que suspender el plan. Recuerdo que llevaba una de las escopetas automáticas calibre 12 que tomé de mi casa. ¡Cómo me habría ayudado más tarde aquella excursión cuando me convertí en combatiente guerrillero, cuyo reducto principal radicaba precisamente en esa zona!

Al graduarme de bachiller en Letras, a los 18 años, era deportista, explorador, escalador de montañas, bastante aficionado a las armas —cuyo uso aprendí con las de mi padre—, y buen estudiante de las materias impartidas en el colegio donde estudiaba.

Me designaron el mejor atleta de la escuela el año que me gradué, y jefe de los exploradores con el más alto grado otorgado allí. Mi madre se sintió complacida con los aplausos de todos los asistentes aquella noche de la graduación. Por primera vez en su vida se había confeccionado un traje de gala para ir a una ceremonia. Ella fue una de las personas que más me ayudó en el propósito de estudiar.

En el anuario de la escuela, correspondiente al curso en que me gradué, aparece una foto mía con las siguientes palabras:

Fidel Castro (1942-1945). Se distinguió en todas las asignaturas relacionadas con las letras. Excelencia y congregante, fue un verdadero atleta, defendiendo siempre con valor y orgullo la bandera del colegio. Ha sabido ganarse la admiración y el cariño de todos. Cursará la carrera de Derecho y no dudamos que llenará con páginas brillantes el libro de su vida. Fidel tiene madera y no faltará el artista.

En realidad, debo decir que yo era mejor en Matemática que en Gramática. La encontraba más lógica, más exacta. Estudié Derecho porque discutía mucho, y todos afirmaban que yo iba a ser abogado. No tuve orientación vocacional.

El hecho real es que las escuelas de élite lanzaban a la calle oleadas de bachilleres carentes de conocimientos políticos elementales. Sobre un tema fundamental como la historia de la humanidad, nos narraban en primer lugar las consabidas aventuras bélicas de nuestra especie, desde la época de los persas hasta la Segunda Guerra Mundial, historias que tanto cautivan a niños y jóvenes varones.

El negocio de la producción y venta de juguetes de guerra hoy día es casi tan grande como el comercio de armas. Del sistema social que conduce a tales locuras y a las propias guerras no se nos enseñó una palabra.

Nos ilustraban sobre la historia de Grecia y Roma, pero civilizaciones tan antiguas como las de India y China, apenas se mencionaban, como no fuese para contarnos las aventuras bélicas de Alejandro Magno y los viajes de Marco Polo. Sin ambos países, hoy resulta imposible escribir la historia. No podría siquiera soñarse que nos hablaran entonces de las civilizaciones maya y aimara-quechua, del colonialismo y del imperialismo.

Cuando me gradué de bachiller en Letras, no existía más que una universidad, la de La Habana, a ella íbamos a parar los estudiantes con nuestra ausencia de conocimientos políticos. Salvo excepciones, casi todos los alumnos procedían de familias de la pequeña burguesía, que afanosamente deseaban mejor destino para sus hijos. Pocos pertenecían a la clase alta, y casi ninguno a los sectores pobres de la sociedad. Muchos de los de familia pudiente realizaban sus estudios superiores en los Estados Unidos, si es que no lo hacían desde el bachillerato. No se trataba de culpabilidades individuales, era una herencia de clase. La incorporación de la gran mayoría de los estudiantes universitarios a la Revolución en Cuba, es una prueba del valor de la educación y la conciencia en el ser humano.

Quizás algunas cosas de las hasta aquí referidas ayuden a comprender lo que vino después.

No asistí a la universidad desde el primer día, pues rechazaba las humillantes prácticas de las llamadas novatadas, consistentes en rapar a la fuerza a los recién llegados. Pedí que me pelaran bien bajito para identificarme como alumno nuevo.

Después de resolver el complejo problema del alojamiento, me fui al estadio universitario, buscando cómo incorporarme a los deportes. Había básquet, pelota, campo y pista, todo lo que me gustaba. Trabajo me costó liberarme del compromiso con el manager de básquet de Belén. Hacía tiempo había acordado proseguir como discípulo suyo en ese deporte, pero él era entrenador de un club aristocrático. Le expliqué que no podía ser estudiante de la universidad y jugar en otro equipo contra esta. No entendió y rompí con él. Comencé a entrenar en el equipo universitario de básquet. También la escuela reclamó que jugara pelota por mi facultad y le dije que sí.

Los líderes de la facultad de Derecho solicitaron que fuera candidato a delegado por una asignatura, y no tuve objeción.

Me veía obligado a realizar muchas cosas en un día, y residía en un reparto distante, donde Lidia, la hermana mayor por parte de padre, siempre atenta y afectuosa con nosotros, decidió vivir al trasladarse de Santiago de Cuba a La Habana cuando inicié mis estudios universitarios.

Un día descubrí que no me alcanzaba el tiempo ni para respirar. Sacrifiqué los deportes y decidí cumplir la tarea que me solicitaron los líderes de la escuela. Luché duro por obtener la representación, como delegado, de la asignatura de Antropología, lo cual requería especial esfuerzo. En la tarea me enfrentaba a un antiguo cuadro, para quien un cargo en la dirección de la escuela significaba una profesión política. Así comenzó mi actividad en esa esfera.

No había imaginado hasta qué punto la politiquería, la simulación y las mentiras prevalecían en nuestro país. Pero no lo supe desde el primer día. Cuando se realizó la elección, obtuve más de cinco votos por cada uno del adversario, y pude contribuir así al triunfo de los candidatos de nuestra tendencia en otras asignaturas. Fue de esa forma como, en pocos meses, por el número de votos obtenidos, me convertí en el representante de los estudiantes del primer curso, en una de las escuelas más numerosas de la Universidad de La Habana. Ello me otorgó determinada importancia, pero era muy pronto. No tenía siquiera idea de los intereses que se movían alrededor de aquella Universidad.

A medida que me familiarizaba con ella, iba conociendo también su rica historia. Había sido una de las primeras fundadas en la época de las colonias. Las ilustres personalidades de la cultura y la ciencia eran recordadas en figuras de bronce y mármol a las que se rendía tributo, o al bautizar con sus nombres las plazas, edificios e instituciones universitarias.

Especial admiración se sentía por los ocho estudiantes de Medicina, fusilados el 27 de noviembre de 1871 por los voluntarios españoles, al ser acusados de profanar la tumba de un periodista reaccionario que servía al régimen colonial, un hecho que según se comprobó después, ni siquiera ocurrió.

Junto a mi escuela, un pequeño parque llamado Lídice —aldea checoslovaca donde los nazis perpetraron una atroz matanza—, añadía elementos de internacionalismo.

Los nombres de Martí, Maceo, Céspedes, Agramonte y otros, aparecían por todas partes y suscitaban la admiración y el interés de muchos de nosotros, sin que importara su origen social. No era la atmósfera que se respiraba en la escuela privada de élite donde estudié el bachillerato, cuyos profesores procedían y se educaban en España, donde se engendró parte importante de nuestra cultura, pero también la esclavitud y el coloniaje.

En esa etapa, después de las elecciones del 44, el país era presidido por un profesor de Fisiología, que emergió de la universidad en los años 30, cuando en medio de la gran crisis económica mundial, fue derrocada la tiranía de Machado, y se creó, por breves meses, un gobierno provisional revolucionario. En aquel proceso, dentro del marco de una independencia limitada por la Enmienda Platt, los estudiantes, junto a la combativa clase obrera cubana y el pueblo en general, desempeñaron un papel fundamental. El profesor de Fisiología, Ramón Grau San Martín, fue designado presidente del gobierno en 1933. Un joven revolucionario antimperialista, Antonio Guiteras, representante de otras fuerzas populares, designado ministro de Gobernación, fue la figura más destacada de aquellos meses, por las medidas valientes y antimperialistas que adoptó.

Fulgencio Batista, procedente del sector militar revolucionario de los sargentos y soldados profesionales, ascendido a jefe del Ejército, captado más tarde por los sectores reaccionarios y la propia embajada de los Estados Unidos, derrocó aquel gobierno radical que duró apenas 100 días.

En la caída de Gerardo Machado había sido decisiva la clase obrera. La huelga general revolucionaria, organizada fundamentalmente por el pequeño partido de los comunistas, bajo la dirección brillante y vibrante del poeta revolucionario Rubén Martínez Villena, inició la batalla por el derrocamiento de la tiranía de Machado. Conviene recordarlo porque la idea de una huelga general revolucionaria estuvo asociada a nuestra posterior lucha, desde el ataque al cuartel Moncada. Fue el arma fundamental utilizada tras la ofensiva final exitosa del Ejército Rebelde, que lo condujo a la victoria total del pueblo el 1ro. de enero de 1959.

En los años 40 había emergido con fuerza el anticomunismo, la siembra de reflejos y el control de las mentes a través de los medios de comunicación masiva. Se habían creado las bases para el dominio militar y político del mundo. Muy poco quedaba ya en nuestra alta casa de estudios del espíritu revolucionario de los años 30.

El partido creado por el profesor, que lo llevó a la presidencia en virtud de pasadas glorias, tomó el nombre que utilizó Martí para organizar la última Guerra de Independencia: Partido Revolucionario Cubano, al que añadieron el calificativo de «Auténtico».

Cuando los escándalos comenzaron a estallar por todas partes, un senador prestigioso de ese mismo partido, Eduardo Chibás, encabezó la denuncia al gobierno. Era de cuna rica, pero incuestionablemente honrado, algo no habitual en los partidos tradicionales de Cuba. Disponía de media hora cada domingo, a las 8:00 de la noche, en la emisora radial más oída de toda la nación. Fue el primer caso en nuestra patria de la promoción inusitada que podía significar ese medio de divulgación masiva. Se conocía su nombre en todos los rincones del país. No existía todavía en Cuba la televisión. De ese modo, a pesar del analfabetismo reinante, surgió un movimiento político de potencial masividad entre los trabajadores de la ciudad y el campo, los profesionales y la pequeña burguesía.

Entre los obreros industriales más avanzados e intelectuales destacados, las ideas marxistas se abrían paso con más facilidad. Rubén Martínez Villena murió joven, víctima de la tuberculosis, poco tiempo después de su más gloriosa obra, el derrocamiento de la tiranía machadista. Quedaron sus poemas, que continúan recordándose y repitiéndose. Pero los prejuicios anticomunistas, emanados siempre de los sectores privilegiados y dominantes de la sociedad cubana, continuaron multiplicándose, desde los días brillantes en que Julio Antonio Mella creó la FEU (Federación Estudiantil Universitaria), y junto a Baliño —compañero de José Martí en su lucha por la independencia— fundó el primer Partido Comunista de Cuba.

El gobierno corrupto de Grau San Martín era caótico, irresponsable, cínico. Le interesaba controlar la universidad y los escasos institutos públicos donde se estudiaba el bachillerato. Su instrumento fundamental no era la represión, sino la corrupción. La universidad dependía de los fondos del Estado.

Un sujeto sin escrúpulo resultó designado ministro de Educación. Muchos millones de dólares fueron malversados. Nada parecido a un programa de alfabetización se llevó a cabo.

La reforma agraria y otras medidas promulgadas por la Constitución de 1940 pasaron al olvido. Batista se había marchado del país repleto de dinero para residir en la Florida. Dejó en Cuba a las Fuerzas Armadas llenas de ascensos y privilegios, y a un número no desdeñable de seguidores directamente beneficiados con cargos de elección en el Congreso, los municipios, y empleos en el aparato burocrático de instituciones sociales y empresas privadas.

Lo peor de todo fue el lastre pseudorrevolucionario que llegó al poder en Cuba junto con Grau San Martín. Eran gente que de una u otra forma habían sido antimachadistas y antibatistianos. Se consideraban, por tanto, revolucionarios. Al peor grupo de estos le asignaron cargos importantes en la policía represiva, como el Buró de Investigaciones, la Secreta, la Motorizada y otros cuerpos de esa institución. Se mantuvieron los tribunales de urgencia, con la facultad de arrestar a un ciudadano sin derecho alguno a la libertad provisional. En fin, todo el aparato represivo de Batista permaneció inalterable.

Con distintos nombres surgieron una serie de organizaciones formadas por personas que tuvieron relaciones con Guiteras y otros prestigiosos líderes de la lucha contra Machado y Batista. En las filas de aquella pseudorrevolución existían personas serias y valientes, consideradas a sí mismas como revolucionarias, una idea y un título que siempre atrajeron en Cuba a los jóvenes. Los órganos de prensa les asignaban con todo rigor ese calificativo, cuando en realidad lo transcurrido era una dramática etapa de revolución frustrada. No había programa social serio, y menos aún objetivos que condujeran a la independencia del país. El único programa verdaderamente revolucionario y antimperialista era el del partido fundado por Mella y Baliño, y luego dirigido por Rubén Martínez Villena. Este joven y valioso líder, lleno de pasión, proclamó en un poema: «Hace falta una carga para matar bribones, /para acabar la obra de las revoluciones (¼ )». Pero el Partido Comunista de Cuba estaba aislado.

Entre los muchos miles de estudiantes de la universidad que conocí, el número de antimperialistas conscientes y comunistas militantes no pasaban de 50 ó 60, del total de matriculados, que ascendían a más de 12 000. Yo mismo, un entusiasta de las protestas contra aquel gobierno, me sentía impulsado por otros valores que más adelante comprendí que estaban todavía distantes de la conciencia revolucionaria que adquirí después.

Eran miles los estudiantes que repudiaban la corrupción reinante, los abusos de poder y los males de la sociedad. Muy pocos pertenecían a la alta burguesía. Las veces que tuvimos necesidad de salir a la calle, no vacilaron en hacerlo.

Nuestra universidad sostenía relaciones con los exilados dominicanos en lucha contra Trujillo, con quienes se solidarizaba plenamente. También los puertorriqueños que demandaban la independencia, bajo la dirección de Pedro Albizu Campos, contaban con su apoyo. Eran elementos de una conciencia internacionalista presentes entre nuestros jóvenes, y que también me movían entonces a mí, a quien habían asignado la presidencia del Comité Pro Democracia Dominicana y el Comité Pro Independencia de Puerto Rico.

Una etapa de mis estudios universitarios ayudaría a comprender lo que allí viví. Cuando inicié el segundo año de la carrera, en 1946, conocía mucho más de nuestra universidad y nuestro país. Nadie tuvo que invitarme a participar en las elecciones de la escuela de Derecho. Yo mismo persuadí a un estudiante activo e inteligente, Baudilio Castellanos, que iniciaba su carrera, para que se postulara por la misma asignatura que yo lo había hecho el año anterior. Lo conocía bien porque éramos de la misma zona oriental; él había estudiado el bachillerato en una escuela regida por religiosos protestantes. Su padre era farmacéutico en el pequeño poblado del central Marcané, propiedad de una transnacional norteamericana, a cuatro kilómetros de mi casa en Birán.

Seleccionamos entre los estudiantes del primer curso a los más activos y entusiastas para integrar la candidatura. Contaba con el apoyo total del segundo curso, donde los adversarios ni siquiera pudieron nuclear alumnos suficientes para formar una candidatura contra mí. Aplicamos la misma línea del año anterior y, en las elecciones, nuestra tendencia obtuvo una aplastante victoria. Contábamos ya con amplia mayoría entre los estudiantes de la escuela de Derecho, y podíamos decidir quién sería el presidente de los estudiantes de la facultad, una de las más numerosas de la Universidad de La Habana. Los del quinto y último año no eran muchos, los del cuarto se correspondían con el año en que el bachillerato se elevó de cuatro a cinco años, y eran muy pocos los que habían ingresado en ese curso. No teníamos la mayoría de los delegados, pero sí la inmensa mayoría de los estudiantes.

En ese tiempo entramos en contacto con el Partido Ortodoxo y, también, con militantes de la Juventud Comunista, como Raúl Valdés Vivó, Alfredo Guevara y otros. Conocí a Flavio Bravo, una persona inteligente y capaz, que dirigía a la Juventud Comunista de Cuba.

Pude dejar las cosas como estaban y esperar un año más. Al fin y al cabo mis relaciones no eran malas con los delegados de los cursos superiores, políticamente neutros. Pero pudo más en mí el espíritu competitivo y quizás la autosuficiencia y la vanidad que suele acompañar a muchos jóvenes, aún en nuestra época.

Esto no significa que yo habría tenido una nueva oportunidad para esperar un tercer curso normal. Los compromisos ya contraídos me llevaron por otros caminos. Pero antes debo señalar que viví los mayores peligros de perder la vida con apenas 20 años, sin provecho alguno para la causa verdaderamente noble que descubrí después.

De hecho, nuestra actividad y fuerza llamaron prematuramente la atención de los dueños de la única universidad del país. Nuestro alto centro de estudios había adquirido especial importancia por su raíz histórica y su papel dentro de la república disminuida, que nació de la imposición de la Enmienda Platt a la nación cubana cuando se liberó de España. La nueva presidencia de la Federación de Estudiantes Universitarios estaba por decidirse, ya que el anterior presidente había pasado a ocupar un alto cargo en el gobierno de Grau.

Dado mi carácter rebelde, le hice frente al poderoso grupo que controlaba la universidad. Así pasaron días, en realidad semanas, sin otra compañía que la solidaridad de mis compañeros de primero y segundo cursos de la escuela de Derecho. Hubo ocasiones en que salí de la universidad escoltado por grupos de estudiantes que se apretaban alrededor de mí. Pero yo, a pesar de eso, iba todos los días a las clases y las actividades, hasta que un día declararon que no me permitirían entrar más a ese recinto.

He contado alguna vez que, al día siguiente, un domingo, me fui a una playa con la novia, y acostado boca abajo lloré porque estaba decidido a desafiar aquella prohibición, y comprendía lo que ello significaba. Sabía que el enemigo había llegado al límite de su tolerancia. En mi mente quijotesca no cabía otra alternativa que desafiar la amenaza. Podía obtener un arma, y la llevaría conmigo.

Un amigo militante del Partido Ortodoxo, al que conocí porque le gustaban los deportes y visitaba con frecuencia la universidad, me contaba las experiencias del enfrentamiento a las dictaduras de Machado y Batista, conversaba mucho conmigo, y conocía nuestras luchas, al tener noticias de la situación creada, y la decisión adoptada por mí, movió cielo y tierra para evitar lo peor.

Después de esto tuvieron lugar innumerables sucesos que he narrado en distintas oportunidades, y no deseo añadir a lo que aquí expongo, ya de por sí extenso; pero siento la necesidad de expresar que desde entonces estuve decidido a todo y empuñé un arma. Las experiencias de mi vida universitaria me sirvieron para la larga y difícil lucha que emprendería poco tiempo después como martiano y revolucionario cubano. Mi pensamiento maduró aceleradamente. Apenas transcurridos tres años de mi graduación, asaltaba con mis compañeros de ideal la segunda plaza militar del país. Fue el reinicio de la insurrección armada del pueblo de Cuba por su plena independencia y por la república de justicia soñada por nuestro Héroe Nacional José Martí.

Tras el triunfo del 1ro. de enero, conocidos e incansables historiadores, encabezados por Pedro Álvarez Tabío, y gracias a la iniciativa de Celia Sánchez, que estuvo presente y cumplió importantes misiones en la defensa de aquel baluarte revolucionario, recorrieron cada rincón de la Sierra Maestra, donde se desarrollaron los acontecimientos, y recogieron información fresca de las personas en cada vivienda y lugar donde estuvimos, archivando datos sin los cuales nadie y, por supuesto, tampoco yo, podría responsabilizarse con cada detalle que da total veracidad a lo que aquí expongo.

Por otro lado, solo alguien que fuera conductor y jefe de aquella fuerza de combatientes bisoños podría responsabilizarse con una historia rigurosa de los acontecimientos en los 74 días de combate, en que desesperadamente los revolucionarios logramos destrozar los planes de las Fuerzas Armadas de entonces, asesoradas y equipadas por los Estados Unidos, y convertimos lo imposible en posible. No existe otra forma de honrar a los caídos en aquella gesta. De una contienda así no teníamos antecedentes en nuestra patria. Las gloriosas luchas por la independencia habían concluido casi medio siglo antes. Las armas, las comunicaciones, eran todas muy diferentes en otra época; no existían los tanques, los aviones, las bombas de hasta 500 kilogramos de TNT. Fue necesario comenzar de cero. Disponía ya desde que me gradué de bachiller, y a pesar de mi origen, de una concepción marxista-leninista de nuestra sociedad y una convicción profunda de la justicia.

De la excelente prosa del historiador Álvarez Tabío recogí lo mejor y depuré lo innecesario. El cartógrafo Otto Hernández Garcini, expertos militares y diseñadores elaboraron, por su parte, los mapas que contiene este libro, donde tales planos se requerían para el análisis del tema por los profesionales de las armas. Aún faltaría por explicar cómo, después de la última ofensiva enemiga que quebró el espinazo de la tiranía, al decir del Che, de la Sierra Maestra trasladamos al llano nuestras concepciones de lucha, y en solo cinco meses destrozamos la fuerza total de 100 000 hombres armados que defendían al régimen y les ocupamos todas las armas.

Este libro, La Victoria Estratégica, es el preámbulo de ese otro, aún sin escribir, sobre la rápida y contundente contraofensiva rebelde que nos llevó a las puertas de Santiago de Cuba y al triunfo definitivo.

 

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EL NUEVO PRESIDENTE Y LOS TRABAJADORES


POR  RICARDO SÁNCHEZ ÁNGEL

(tomado de la revista IZQUIERDA No 3 )

E

l próximo 7 de agosto se posesiona como presidente de la República JuanManuel Santos Calderón para el cuatrienio 2010-2014, con posibilidad de reelección para otro periodo. No se trata sólo de un nuevo presidente sino de la continuidad de un régimen político consolidado durante los ocho años del ejercicio del poder de Álvaro Uribe Vélez, el del presidencialismo autoritario y expresa el fortalecimiento de las derechas en todos los órdenes: en lo internacional, en lo económico, en lo político y en lo cultural. Santos expresa un modelo clasista y elitista del poder que descansa en la dupleta liberalismo económico y autoritarismo político, con su articulación a una diplomacia y política exterior de servidumbre voluntaria a los Estados Unidos. Es la reedición de la Neo Respice Polum (La Estrella Polar) como doctrina, la cual afirma que sólo bajo la órbita de la gran potencia y abriendo la economía a las multinacionales con los parámetros del libre comercio alcanzará el país progreso y prosperidad. Las modulaciones anunciadas por Santos de mejorar el clima de relaciones con Ecuador y Venezuela no se inscriben en un cambio sustancial que supere las grandes y graves contradicciones generadas por la presencia de bases militares en Colombia y la hostilidad de la derecha internacional. Todo esto con el aspecto central de que el Presidente saliente y el nuevo Presidente han logrado un apoyo, no sólo de los de arriba sino de sectores medios y populares. Con la utilización habilidosa de la propaganda del Estado Comunitario y de Opinión, con el dominio ideológico-cultural-informativo de las cadenas de radio, televisión y los diarios, se conformó una opinión pública a favor de la obra maestra del régimen de la Seguridad Democrática, la cual consiste en la utilización de métodos policíacos y militaristas, con sus crímenes de Estado (falsos positivos, espionaje del DAS), para mantener las formas de capitalismo salvaje, dividiendo al movimiento social de los trabajadores. Al contrario de la mayoría de países del vecindario donde la lucha social, política y cultural está en efervescencia en estos años, en Colombia pese a que se desarrollan luchas de los trabajadores, estudiantes y de las izquierdas, el movimiento en su conjunto se encuentra dividido, disperso y huérfano de un programa y de políticas alternativas. Las izquierdas tendrán que enfrentar el desafío del nuevo gobierno con los trabajadores y adelantar sus batallas clasistas, democráticas, por la soberanía y la unidad de América Latina.

 

 

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DIFERENCIAS QUE MATAN


DIFERENCIA ENTRE REGIMENES DE PENSIONES

REGIMEN DE PRIMA MEDIA REGIMEN DE AHORRO INDIVIDUAL
SEGURO SOCIAL – ISS Fondo Privado de Pensione

1

Los aportes de los afiliados constituyen un Fondo Común de naturaleza pública Cada afiliado tiene una cuenta individual de ahorro

2

El valor de la pensión NO está sujeto a los resultados de la economía El valor de la pensión depende de los resultados de la Economía. Precio del dólar, petróleo, acciones, etc

3

El afiliado no asume ningún riesgo financiero. Lo protege y respalda el ESTADO El afiliado asume el todo el riesgo financiero de la inversión que realiza el Fondo Privado de Pensiones

4

El valor de la pensión depende del salario cotizado NO del monto ahorrado El valor de la pensión depende del ahorro acumulado en la cuenta individual al día de poderse pensionar

5

La pensión se adquiere con dos (2) años menos de edad, hasta el año 2014. Mujer 55 años, hombre 60 La pensión se adquiere cuando se cuente con un capital suficiente para financiarla, desde 57 años mujer, hombre 62

6

Lo cotizado no se afecta en caso de desempleo Durante la cesación de su empleo, el Fondo Privado de Pensiones cobra la comisión por cesante

7

Dos mesadas adicionales, junio y diciembre, para 14 pagos Se contrata aparte la mesada adicional, 13 y 14

8

Mesada, Renta, Pensión hasta el fallecimiento, la muerte El Fondo Privado NO PENSIONA, solo devuelven un dinero ahorrado

9

Hay Régimen de Transición NO hay TRANSICION

10

hay Sustitución para cónyuge, hijos, padres, hermanos Hay Sustitución Pensional, hasta que se termine el dinero ahorrado
SEGURO SOCIAL – ISS Fondo Privado de Pensiones


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INMINENTE SITUACIÓN DE RIESGO: AMENAZA DE LAS AGUILAS NEGRAS A INTEGRANTES DEL MOVICE

El Movimiento Nacional de Víctimas de Crímenes de Estado expresa su profunda preocupación por la integridad física de Alfonso Castillo, presidente de la organización nacional Asociación Nacional de Ayuda Solidaria (ANDAS), integrante del Partido Comunista Colombiana e integrante del Comité de Impulso del MOVICE, Rigoberto Jiménez, director de la Coordinación Nacional de Desplazados (CND), organización integrante del MOVICE e Iván Cepeda Castro, integrante del MOVICE y representante a la Cámara.

HECHOS

El jueves 12 de agosto se conoció una amenaza por correo electrónico que es firmada por “El Bloque Capital” de las Águilas Negras y en la que se sentencia a muerte a Rigoberto Jiménez, Alfonso Castillo, Iván Cepeda y los que están coordinando “la campaña nacional de exigibilidad de los derechos de la población desplazada”. A Alfonso Castillo y Rigoberto Jiménez, se les concede un plazo de 20 horas para abandonar la ciudad de Bogotá.

Esta amenaza se presenta en vísperas del debate sobre tierras y desplazamiento, que se realizará el 18 de agosto de 2010 en el Congreso de la República y que ha sido convocado por los representantes a la cámara Wilson Arias, Iván Cepeda Castro y Guillermo Rivera.

En la amenaza se menciona también a las “coordinadoras de las mujeres”, que puede hacer referencia a varios espacios sociales de mujeres que se están articulando al debate.

SOLICITUDES

1. Al Ministerio del Interior y Justicia adoptar cuantas medidas sean necesarias para garantizar la vida e integridad física de Alfonso Castillo, Rigoberto Jiménez e Iván Cepeda Castro

2. Garantizar el pleno desarrollo con todas las garantías para los convocantes e participantes del debate sobre tierras y desplazamiento forzado, que se va a realizar en el Congreso de la República el miércoles 18 de agosto de 2010.

3. Al Fiscal General de la Nación investigar los hechos arriba mencionados.

Movimiento Nacional de Víctimas de Crímenes de Estado

Bogotá, 13 de agosto de 2010

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AL ESTRADO EL No 82


Envían primer expediente contra Uribe a la Corte Penal Internacional

Agosto 18 de 2010 | 06:08 AM. | Noticias

Iván Cepeda confirmó el martes 17 de agosto fue remitido a la Corte Penal Internacional el primer proceso en el cual, tras dejar el poder, fue absuelto el ex presidente Álvaro Uribe Vélez.

La plenaria de la Cámara de Representantes decidió archivar un caso en el cual el ex Jefe de Estado era procesado por injuria y calumnia, luego de que en 2002 -durante un Consejo de Seguridad en Carepa (Antioquia)- el ex presidente acusó de auxiliadores de la guerrilla a la comunidad de San José de Apartado y al padre Javier Giraldo. Tras esto fueron asesinados 20 habitantes de ese municipio

.Al conocer dicha declaración lo demandan ante la Comisión de Acusaciones por injuria y calumnia; pero llegando a la determinación final de este martes

.Por eso, el Polo Democrático Alternativo solicitó las copias de dicho caso y anunció su inmediato envío a la Corte Penal Internacional

El representante Iván Cepeda explicó que ésta sería la primera vez que una investigación que termina archivada de la Comisión de Acusaciones de la Cámara va a parar a la Fiscalía de la Corte Penal Internacional

.»Esperábamos que se actuará en justicia y que la plenaria devolviera el expediente para que se diera una investigación (…) no pedíamos que se declarara culpable al ex Presidente sino que se practicaran las pruebas pero esto nunca se dio», señaló Cepeda.

Según él, esto demuestra que «no se está haciendo la tarea» de juzgar a altos responsables del Estado; por ende se hace necesaria la intervención de la CPI.

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CENTRAL UNITARIA DE TRABAJADORES
DE COLOMBIA – CUT

Subdirectiva Valle del Cauca

Personería Jurídica No. 01118 de abril 13 de 1987

RESOLUCIÓN 01 DE AGOSTO DE 2010

En reunión del Comité Ejecutivo de la CUT Valle, realizado el día 05 de agosto de 2010, dentro de los temas tratados y discutidos se definió la realización de un Plenario Departamental, bajo las siguientes:

CONSIDERACIONES

  1. Que el actual momento político que atraviesa nuestro país enmarcado en las relaciones internas con los trabajadores, los sectores sociales, populares, indígenas, campesinos, grupos étnicos y demás sectores de la sociedad amerita un análisis y discusión, así mismo las relaciones externas con países hermanos contrarios a las políticas de Colombia y países aliados con políticas afines con el gobierno saliente y el entrante también deben de ser tema de discusión.
  2. Que las medidas en cuanto a legislación laboral, pensional y tributaria afecta sensiblemente y drásticamente a los trabajadores de nuestro país creando serias dificultades en el accionar sindical y social.
  3. Que el momento amerita que nuestra Central y organizaciones sindicales filiales definan planes de acción contundentes en el marco de la lucha de clases y salgamos unidos a enfrentar el flagelo de la corrupción y clientelismo rampante en los escenarios políticos de nuestro país.
  4. Que el fortalecimiento del movimiento sindical debe de ser nuestra principal tarea, en cumplimiento de las definiciones del V Congreso de la CUT y trabajar decididamente hacia un sindicalismo protagonista y beligerante en grandes sindicatos por rama o actividad económica.

RESUELVE

1.-Convocar a la Junta Departamental a seccionar durante los días 08, 09 y 10 de septiembre de 2010 en PLENARIO DEPARTAMENTAL, el cual se realizara en la ciudad de Cali en COMFANDI SAN NICOLAS – Auditorio Calle 21 No. 7-25 en horario de 08:00 A.M. a 6:00 P.M.

  1. Que para participar en la máxima instancia departamental se debe nombrar en sus Juntas Directivas los delegados oficiales y reportar los listados a más tardar el día 30 de agosto de 2010 a la CUT Valle.
  2. Que para poder participar, además se debe de estar a paz y salvo por todo concepto tal como lo rezan los estatutos de nuestra Central, por lo cual deben de entenderse con la comisión de logística.
  3. Las organizaciones sindicales deben de presentar informas por escrito hasta el día 30 de agosto de 2010, los que no lo hagan se entenderá que no se amerita.
  4. Para el Plenario Departamental se nombraron las siguientes comisiones así: Comunicaciones: Edward Gustavo Portilla Yepes, María del Rosario Franco y Aydee Casilimas y Logística: Miguel Ángel Arias, Hernando Rengifo, Orlain Murillo y Flor María Torres.

El orden del día se estará enviando la semana entrante una vez se hayan definido por completo las personas invitadas por la CUT Valle que participaran con ponencias.

Fraternalmente,

COMITÉ EJECUTIVO – CUT VALLE

(FIRMADO ORIGINAL)

ALVARO JOSE VEGA CAICEDO    EDWARD GUSTAVOPORTILLA Y.

Presidente                                                    Secretario General

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HACIA UN FRENTE DE TRANSICIÓN DEMOCRÁTICA EN COLOMBIA

Por

Guillermo Restrepo Sierra

(mayo 29 e2 2010)

π5. ES EL MOMENTO DE UNA TRANSICIÓN DEMOCRÁTICA EN COLOMBIA ¨¨

Ante el agotamiento de la fuerza civilizadora del capitalismo, que ha entrado en una fase de barbarie, el republicanismo es un retorno a las ideas de la democracia radical implícitas en los ideales libertarios e igualitarios iniciales de los convencionistas de Virginia de 1776 y expresadas con mayor vigor y convicción posteriormente por los dirigentes de la Revolución Francesa de 1789. La democracia como gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo se expresa en el nuevo republicanismo como una reconstrucción de los vínculos sociales del hombre reducidos por el capitalismo  a meras relaciones de intercambio. En suma, la democracia republicana se propone la restauración de la comunidad política, las virtudes ciudadanas y la libertad positiva que saca al individuo del espacio reducido de lo privado y lo ubica en el centro del espacio público donde reside de verdad la vida política. La axiomática de la versión hobsiana del liberalismo en su versión neoliberal, tiene una alternativa en el proyecto político, cívico, humanista y republicano que reconoce la esencia política del hombre que participa activamente en cuanto ciudadano en la esfera pública. Es la versión moderna de la afirmación aristotélica según la cual el hombre es un animal político que no puede alcanzar su excelencia sino y por la condición de ciudadano.

El pensamiento de Marx no es ajeno al republicanismo en cuanto a forma de pensamiento político. Por supuesto, son ajenos al pensamiento republicano los problemas de la distribución en la sociedad moderna capitalista. En ella, la distribución se hace según los mecanismos conocidos de explotación que respetan la libertad individual ficticia de los trabajadores asalariados y que son avalados por los estados capitalistas en sus textos constitucionales (la propiedad privada es el derecho más importante) y la legislación laboral. Pero en la concepción de la política desde una perspectiva republicana, el marxismo tiene un interés fundamental en la búsqueda de una comunidad política en el seno de la sociedad moderna. Este es el contenido de las repetidas expresiones de Marx en el sentido de que el hombre moderno debe traspasar los estrechos límites de la emancipación política mediante la emancipación social, que no es otra cosa que la superación del antagonismo estructural entre el capital y el trabajo instalado en el corazón de la sociedad moderna capitalista. De este modo se realizaría la utopía marxista de una sociedad sin clases en la cual se pueda realizar la identidad entre la existencia privada y la existencia pública.

El republicanismo es parte medular de la cultura política de los colombianos. Constituye la esencia del pensamiento político de Bolívar. Él fue un hombre de su tiempo que estudió con detenimiento el pensamiento de los representantes del republicanismo cívico de la época. Su preocupación fundamental expresada en el Discurso de Angostura de 1819, era encontrar una respuesta teórica y práctica sobre el modelo constitucional más adecuado para La Gran Colombia. Y la encuentra en el modelo republicano de J. Adams, quien afirmaba que mejor sistema político para lograr el bienestar, la seguridad y la libertad de los pueblos es el modelo republicano como la antítesis del despotismo. De Montesquieu retoma la idea de que la calidad y excelencia de un gobierno no deriva de su carácter teórico, ni de su forma, ni de sus mecanismos, sino de su capacidad para reflejar la naturaleza y las modalidades de la nación para la cual se constituye. Además, las leyes deben ser propias para el pueblo que las hace. Estas ideas constituyen el hilo conductor del pensamiento político de Bolívar con miras a encontrar una forma de gobierno estable que conciliara la libertad, el orden legítimo y la justicia social. De manera realista resume las condiciones políticas de América Latina de su época. Somos americanos por nacimiento y europeos por derechos. No se hace ilusiones sobre el pueblo, pues es una población escasa y heterogénea de blancos, negros e indios y de castas intermedias que ha sido corrompido por el triple yugo de la tiranía, la ignorancia y el vicio. Aprendió a obedecer víctima del engaño y la fuerza, no recibió durante la dominación colonial el ejemplo y la educación para la libertad y la autodeterminación. Por tanto era necesario partir de la igualdad para una refundación democrática de la naciente república de Venezuela con un Estado fuerte capaz de asegurar la seguridad de los ciudadanos y la estabilidad de la nación. Retoma de Rousseau la idea de que un pueblo corrompido, si alcanza la libertad, tendrá grandes dificultades para mantenerse libre. Por ello Bolívar ahincadamente aboga por la educación popular en una perspectiva liberadora, como una condición fundamental para lograr los fines de la república.

Un punto de partida para la construcción de un FRENTE DE TRANSICIÓN DEMOCRÁTICA EN COLOMBIA, en las condiciones actuales, es el repudio a la tesis neoliberales de Juan Manuel Santos, cuya hoja de parra es el discurso de la “tercera vía”.  La conciencia popular ha sido corrompida con ese discurso que establecer una conexión natural entre democracia y mercado, entre capitalismo y libertad, ignorando deliberadamente que se trata de conceptos que se aplican a realidades totalmente distintas. No entienden que el mercado organiza el tráfico de intereses privados, mientras que la democracia ordena el interés común de los políticamente iguales. Ellos son los enemigos reales de la libertad, la igualdad y la fraternidad, pero no se atreven a confesar públicamente sus verdaderas devociones. Estos conceptos fundamentales de la democracia, entre otros, son reemplazados por las tecnocracias al servicio de los intereses de las grandes corporaciones por el lucro, la competitividad y el consumismo.

Desde Aristóteles, la democracia es fundamentalmente el gobierno del pueblo. Pero bajo la égida del neoliberalismo el pueblo desaparece como actor político y los técnicos al servicio de las grandes corporaciones deciden la orientación económica de los gobiernos. En Colombia, la ideología comunitarista del uribismo ha reducido al pueblo a mero objeto del asistencialismo demagógico a los pobres, meros sujetos de favorcitos. El pueblo como sujeto de transformaciones sociales desaparece mágicamente. Los pobres se convierten en potenciales consumidores que sólo requieren de un poco de ayuda para que puedan ingresar a la economía de mercado y así ser reconocido como ciudadano pleno de una sociedad plutocrática.

En Walter Benajamin la utopía tiene un profundo vacío que la protege del historicismo. La frontera de este vacío aparece justo  en el momento en que parece disolverse la diferencia entre el presente y el futuro. Es la utopía que se mueve hacia el futuro en contravía del deseo profano de felicidad, lo que incrementa la fuerza del impulso mesiánico. Es el momento de preservar la utopía, pero despojada de su encanto idealista. Miremos el pasado y a los que han luchado por la democracia en Colombia, muchos de ellos muertos en la lucha. De ese modo evitamos que los adivinos que contrata la clase dirigente colombiana para adivinar el futuro puedan manipularlo. La labor realmente ardua es la de predecir el presente y pronosticar el pasado, descifrando sus imágenes antes de que se hundan en la memoria involuntaria[7]. La memoria de los ancestros esclavizados no puede sustituirse por el sueño de los nietos liberados porque el futuro nunca borra el pasado. Hay que estar en guardia para no abrir sin más la puerta del futuro al Mesías. Porque nuestra imagen de felicidad está indisolublemente ligada a nuestra imagen de redención. Y esta imagen debe ser diáfana para que pueda dar nombre y significado a la negatividad del sufrimiento histórico sin borrarlo por la vía positiva de la utopía.

Un presente fecundado por el recuerdo del sacrificio de un pasado revolucionario ya no es idéntico a sí mismo, pues ha roto el hechizo del Mesías desaparecido. Este presente puede ser pobre, pero es la única posibilidad de consultar el pasado y hacer que las sombras de los muertos aparezcan en sus bordes. Las situaciones trágicas no son modificables para las víctimas. Pero siempre existe la esperanza de la vida después de la vida si redimimos el pasado. Para ello hay que imbuirlo de significado retrospectivamente y darle valor mediante la acción revolucionaria.

No importa que estas redenciones sean parciales. La visión de Marx es que La Revolución es un proceso evolutivo revolucionario hacia la democratización de la vida social.  La Revolución como una realidad fáctica no existe, es una utopía que ilumina el futuro pero no deja ver su rostro. Y la utopía hay que preservarla del historicismo como nos aconsejaba Benjamin.

[1] El 5 de febrero de 1971 la izquierda uruguaya en su conjunto consolida su mayor anhelo, nace el Frente Amplio. En el documento previo a su fundación en 1970 se hace un llamado a “todas las fuerzas políticas del país que se opongan a la conducta antipopular y antinacional del actual gobierno, con vistas a establecer un programa destinado a superar la crisis estructural que el país padece, restituirle su destino de nación independiente y reintegran al pueblo la plenitud del ejercicio de las libertades individuales y sindicales”

[2] Frente de Acción Popular (FRAP) coalición de partidos políticos de izquierda de Chile vigente entre 1956 y 1969. Sus antecedentes están en el Frente Nacional del Pueblo. Es reemplazado por la Unidad Popular en 1969 que llevo como candidato a la presidencia a Salvador Allende en 1958 y 1964.

[3] Referencias extensas a esta misión se pueden encontrar en el texto del Cinep Paramilitarismo de Estado en Colombia11988-2003.  En este texto hay una bibliografía extensa de los manuales de contrainsurgencia del ejército colombiano desde 1962.

[4] Es el nombre del lugar donde se iniciaron las negociaciones con los paramilitares en 2004.

[5] María Isabel Rueda, Revista Semana, julio de 2004.

6.-Jaime Castro. La Asamblea Constituyente una necesidad nacional, Plaza & James editores.

[7] Ver el libro WALTER BENJAMIN o hacia una crítica revolucionaria de Ferry Eagleton publicado por Ediciones Cátedra (1998).


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Autor: Augusto Díaz Saldaña* (inmemoriam)

1. El tratamiento de la relación entre democracia y Nación en el siglo XIX impone una referencia histórica a la Independencia y exige una evaluación historiográfica de su contenido socio-económico y de sus resultados, supone una definición de su lugar histórico en la evolución del Estado-Nación Colombia. En esta línea de análisis podemos hacer dos afirmaciones: la Independencia al destruir el sistema colonial español, posibilitó la emergencia del Estado nacional, marco institucional para el proceso de desarrollo de la protonación que se había configurado desde la época colonial hacia una Nación; de otra parte, la inexistencia de una burguesía productiva que hubiera podido unir la revolución política contra el sistema colonial español a una transformación revolucionaria de la estructura precapitalista heredada de la época colonial, determinó el proceso lento, evolutivo y antidemocrático de consolidación del Estado nacional y da explicaciones históricas para una comprensión global del camino evolutivo, no revolucionario, sobre una base feudal y semi-feudal de desarrollo del capitalismo en nuestro país. Sobre la base de una estructura económica precapitalista-feudal, semifeudal y hasta el año 1850 esclavista, no podía tener el Estado colombiano en el siglo XIX una democracia burguesa generalizada.

Por el contrario, se dio una república formalmente burguesa, en la cual funcionó una democracia restringida, “una república de gamonales”. La existencia de la esclavitud hasta el año 1850 impide, unida a otros fenómenos, hablar de una democracia burguesa generalizada. Las primeras constituciones del siglo XIX estatuyeron jurídicamente el carácter censitario de nuestra democracia, o, afirmaban la existencia de derechos individuales no realizables dada la estructura de clases propia de una formación social precapitalista. La constitución del Estado de la Nueva Granada, del año 1832, consideraba como granadinos sólo a los hombres nacidos libres, y definía como razón de pérdida de la ciudadanía “la condición de sirviente doméstico o jornalero”. Expresado de otro modo, el concepto de ciudadano excluía a las grandes mayorías de la población; ciudadanos eran los terratenientes, los grandes comerciantes, los esclavistas y los exiguos elementos de lo que hoy llamamos capas medias. La Constitución de Rionegro expresión del federalismo –forma política adecuada a los intereses de gamonales regionales- fue de una gran amplitud retórica en el reconocimiento de derechos inherentes a una democracia generalizada y universal, reconoció “la libertad absoluta de imprenta y de circulación de los impresos”, “la libertad de expresar sus pensamientos de palabra o por escrito sin limitación alguna”. Estos derechos no tenían realidad para aparceros, arrendatarios y jornaleros sumidos en la ignorancia, el analfabetismo y dependientes social y políticamente de la clase de los hacendados. Dada la base feudal y semi-feudal de la República en el siglo XIX los derechos proclamados por los radicales sólo eran universales en su formulación. Entre el formalismo constitucional burgués y la base precapitalista de la sociedad hacia una separación absoluta, la razón de esto, algo común a muchos países latinoamericanos, la explicó Mariátegui en una fórmula precisa: “El régimen de propiedad de la tierra determina el régimen político y administrativo de toda la Nación. El problema agrario que la República no ha podido hasta ahora resolver, domina todos los problemas de la nuestra. Sobre una economía semi-feudal no pueden prosperar ni funcionar instituciones democráticas y liberales”. Hacia finales del siglo XIX, exactamente en el año 1886, es proclamada la Constitución centralista de Rafael Núñez y Miguel Antonio Caro, la cual, teniendo en cuenta las modificaciones que la han afectado, continúa siendo la base de la organización constitucional de nuestro Estado-Nación Colombia. La Constitución del año 86 limitó la libertad de cultos y el laicismo en la educación del hombre colombiano, en su texto se dice: “La Religión Católica, Apostólica y Romana es la de la Nación”, “la educación pública será organizada y dirigida en concordancia con la Religión Católica”.

2. Si actualmente se emplea el concepto de “democracia restringida” para definir el régimen político imperante en el país, sin caer en el anacronismo y en la anulación de diferencias sustanciales entre la República de base precapitalista del siglo XIX y la actual de estructura dominante capitalista, se puede definir el régimen político de la Nación colombiana en el siglo XIX como una república de democracia restringida y censitaria, en la cual las decisiones políticas, económicas y sociales eran asunto del bloque de poder conformado por los terratenientes y la burguesía comercial. El carácter restringido de la democracia en el siglo XIX halla su determinación en el antagonismo que existió entre una república formalmente burguesa y democrática, y unas relaciones sociales precapitalistas. En Colombia el capitalismo se desarrolló sobre una base feudal y semifeudal. Aquí no hubo lo que Lenin llamó vía revolucionaria hacia el capitalismo. Durante todo el siglo XIX el carácter precapitalista de nuestra base económica, la tendencia evolutiva y antidemocrática de desarrollo del capitalismo determinó un régimen político de democracia censitaria y restringida. En la imaginería histórica aparece la república federal como la fase más democrática en el siglo XIX; sin embargo, el federalismo de Rionegro fue expresión del gamonalismo, del particularismo político propio del precapitalismo. Para el federalismo de Rionegro es pertinente el juicio de Mariátegui sobre el federalismo peruano: “El federalismo no aparece en nuestra historia como una reivindicación popular, sino más bien como una reivindicación del gamonalismo y de su clientela. No lo formulan las masas indígenas. Su proselitismo no desborda los límites de la pequeña burguesía de las antiguas ciudades coloniales”. La Constitución del año 86 creó estructuras estatales de la unificación nacional, fue un paso decisivo en la consolidación del Estado-nacional. No obstante, sus logros históricos, significó una unificación estatal hecha desde arriba y de carácter antidemocrático lo cual se expresa de manera visible en las limitaciones que impuso el desarrollo ideológico del hombre colombiano.

3. Si hacemos un balance global de la relación entre democracia y Nación en la historia del Estado-nacional colombiano, constatamos la persistencia de un régimen de democracia restringida; en el siglo XIX determinado por el carácter feudal y semifeudal del país; en el siglo XX, excluyendo el intervalo de la “Revolución en marcha” bajo López Pumarejo, determinado por las formas mismas de desarrollo del capitalismo, por la exclusión de las masas populares de las tomas de decisiones fundamentales para la orientación de la Nación. En el siglo XIX el pueblo no estaba en condiciones objetivas de democratizar la Nación. En el siglo XX, por el contrario, bajo las condiciones del capitalismo monopolista, subdesarrollado y dependiente existe la fuerza objetiva de la clase obrera capaz de unificar en torno suyo a las otras categorías sociales dominadas y de imponer una ampliación de la democracia en el régimen político imperante de “democracia restringida”.

*El presente trabajo fue publicado por el camarada Augusto Díaz Saldaña en la década de los 80, en la Revista Documentos Políticos. El camarada Augusto Díaz Saldaña, filósofo e historiador fue profesor durante mucho tiempo de la Universidad del Valle y lamentablemente falleció. Una de sus obras más reconocidas se titula «Consideraciones sobre la Colonia y la Independencia». Con este pequeño homenaje iniciamos el rescate de publicaciones de intelectuales comunistas y demócratas, especialmente colombianos.

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